martes, 22 de septiembre de 2009

Los pueblos seguirán pariendo sus líderes

Luego de las dictaduras militares en Latinoamérica durante la década del 70, y después del período neoliberal, con su entierro en las jornadas del 19 y 20 de diciembre en la Argentina, surgieron distintos líderes de izquierda en el sur del continente.

Con un perfil antiimperialista, de soberanía territorial, independencia política y económica, justicia social, derechos humanos y unión latinoamericana, estos nuevos líderes llegaron al poder. Dejaron atrás el miedo al comunismo, y empezaron a ver a Cuba como un ejemplo a seguir y no como una amenaza.

Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador y Fernando Lugo en Paraguay.

Los cambios aparecieron en la región, contrarias a las políticas de opresión y de economía liberal que venían gobernando desde hacía años bajo el mando superior de los Estados Unidos.

El presidente depuesto de Honduras, Manuel Zelaya, no fue uno de estos casos. Llegó al poder con el Partido Liberal, uno de los dos partido políticos tradicionales de Honduras que se alternaron en el gobierno durante los períodos en que no hubo dictaduras. La periodista y ex secretaria de prensa de Salvador Allende, Frida Modak, señala en un artículo que “el Partido Liberal asumió desde hace años una línea progresista y que pertenece a la socialdemócrata Internacional Socialista”.

“Una vez en el gobierno, la gestión del mandatario se orientó a la búsqueda de una mayor justicia social, lo que desató una fuerte oposición de sus adversarios políticos e incluso de algunos personeros de su partido”, indica Modak.

Una de las medidas impulsadas por el gobierno de Zelaya fue la Ley de Participación Ciudadana, que establece que los ciudadanos pueden pedirle al presidente que se haga una consulta ciudadana, que no es vinculante, sobre el tema que estimen de interés. Más de 400 mil personas le solicitaron que se consultara la opinión de la gente sobre una Asamblea Constituyente. Eso es lo que se iba a consultar el día en que se produjo el golpe de Estado.


América latina y el Caribe ya tuvieron dictaduras, y todavía las siguen sufriendo. Por eso, el golpe en Honduras significó un retroceso de muchos años de historia. Mientras en Latinoamérica aún se pide por justicia y memoria, cuando todavía faltan muchísimos juicios a represores, siguen rigiendo leyes de la dictadura y continúan personas desaparecidas, en este país de Centroamérica un nuevo golpe se hace presente. Y asusta.

Asusta porque trae recuerdos y porque uno se pregunta si se puede dar una reacción en cadena, como ya ocurrió antaño. Y también da bronca, porque hay que volver a luchar contra un enemigo que creíamos vencido.

Pero los que dieron el golpe en Honduras se olvidaron que la sociedad ya no es la misma y que hace tiempo le dijo basta a las botas. Ellos volvieron y se llevaron por delante una democracia, un pueblo, un mundo. Porque la comunidad internacional no los reconoce como un gobierno legítimo, pero ellos creen que lo son. Van a convocar a elecciones, pero el resto de los países no tendrán en cuenta lo que allí se resuelva. El pueblo hondureño no reconoce a Micheletti como su presidente, pero él actúa como tal.

El presidente legítimo tuvo dos intentos de regresar a Honduras, sin éxito. La tercera fue la vencida. Llegó a Tegucigalpa el martes a la mañana y se refugió en la embajada de Brasil. Micheletti apareció en los medios de comunicación diciendo que era mentira lo que se estaba diciendo sobre que Zelaya estaba en el país.

Pero ya no hay forma de taparlo. Zelaya está en Honduras, de donde nunca se tuvo que haber ido.

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