Ni ángeles ni demonios
Por sus maneras, su carisma, sus discursos y sus políticas el presidente de Venezuela Hugo Chávez casi no admite posiciones indiferentes: o se está con o contra él. Esto se da no sólo en el país del Caribe, sino en todas partes del mundo, tal es su popularidad (o anti popularidad). Dos pruebas de esto son la marcha a nivel mundial que se organizó la semana pasada en repudio a su figura y su presentación en el Festival de Cine de Venecia, en donde se presentó un documental en su honor dirigido nada menos que por el famoso cineasta James Cameron. Allí se lo pudo ver, en desfilando por la alfombra roja como una estrella más.
Los rechazos y las adhesiones, como si se tratara de un clásico de fútbol, podría ser admisible, aunque criticable, para el ciudadano de a pie, pero cuando la actitud se traslada a la prensa se torna más grave. Ya no se leen columnas periodísticas que traten el tema Venezuela y las políticas chavistas de un modo que roce la objetividad, sino que todo lo contrario: en la mayoría de los casos se lo tilda de dictador, y en otros, los medios oficialistas defienden a rajatabla cualquier medida. Pocos son los medios que analizan y sopesan los hechos. Algo parecido pasa con la ley de medios en la Argentina, en donde los multimedios titilan cosas como “Presentan ley para amordazar a los medios”, sin explicar por qué esto sería así. Se pierden luego describiendo estrategias pero en ningún momento toman el proyecto para analizar sus artículos. “Hay quienes se han mostrado disconformes con la ley pero considero que en las críticas no hay argumentos allí, salvo para la discusión, como para decir ´por esto no consideremos la ley´”, dijo el periodista Victor Hugo Morales.
En Venezuela, los mismos multimedios que organizaron el Golpe de Estado de 2002, se encargan de decir que allí no hay libertad de expresión. Casi todos los medios de otros países compran la idea con poca memoria y sin profundizar en la realidad venezolana porque, si de estar en contra de Chávez se trata, todo sirve. La no renovación de la licencia de RCTV, medio cuya participación en el golpe fue vergonzosa, es tomada como ataque contra la libre expresión. Es hecho probado que RCTV desinformó en 2002, transformó los hechos y hasta provocó con su irresponsabilidad interesada muertes evitables. Aún así el presidente venezolano esperó a que venciera su licencia en 2007 para que la cadena saliera del aire. Es decir, cinco años pasaron con el multimedio trasmitiendo, luego de producido el golpe. Cualquiera diría que más que libertad de prensa, eso es libertinaje.
Queda decir, aunque es casi obvio, que lamentablemente, cuando se leen las noticias internacionales, conviene ver quién las trasmite, pues queda claro que la poca ambición intelectual en los análisis periodísticos y la manera en que se demonizan personajes dan cuenta, más que de una incapacidad profesional, de un interés corporativo.
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