jueves, 26 de noviembre de 2009

El origen de la violencia

Definir la violencia qué existe en una nación y trazar un paralelismo con otra se puede tornar una tarea demasiado compleja. Algunas índices suelen proporcionarnos algunos números que sirven para dar ciertas referencias, pero que no se los puede tomar sin detenerse en los problemas sociales que existen en cada país y en el origen de esa violencia. El Salvador es considerada la nación más violenta de América Latina, principalmente por la presencia de las Maras allí, y en otros países centroamericanos.
Mara es el nombre con el que se conoce a las pandillas juveniles en Centroamérica, teniendo una gran influencia en El salvador, Honduras, Guatemala, pero aunque suele olvidarse su origen fue en Estados Unidos. Durante la guerra civil muchos salvadoreños emigraron a Estados Unidos, donde se sumaban a las pandillas que operaban, principalmente, en Los Ángeles. Dentro de ella existen dos facciones con mayor peso: La Mara Salvatrucha o MS-13, cuyo nombre proviene de la calle 13 de Los Ángeles, y la Mara 18, que se han enfrentado durante años violentamente. Estas pandillas fueron deportadas desde Estados Unidos a sus países de origen. Con el aumento de personas que retornaban diariamente, el fenómeno traspasó las fronteras nacionales y se convirtió en uno regional. Sus actividades principales incluyen venta de drogas, extorsión, venta de armas, robo y asesinatos por encargo.
Según las autoridades salvadoreñas, las maras son responsables del 60 por ciento de los homicidios cometidos en el país, donde se registran 14 muertes violentas al día. Esto provoca una constante preocupación para los gobiernos y para el país del norte que se desgastan en diseñar políticas de mano dura, muy promulgada en estos días, que no han tenido resultado y cada vez más jóvenes deciden integrarse a las maras, que comienza a sustituir a su familia y donde encuentran el sentido de pertenencia que la sociedad no les supo dar. Como suele ocurrir, Estados Unidos ha llevado una política represiva activa contra estos grupos, incluyendo la Convención Antimaras, el aumento de fuerzas de seguridad destinadas a reprimir estos grupos juveniles y hasta la intervención del FBI, cuando en 2005 hizo redadas contra los pandilleros en las que fueron detenidos 600 miembros de la Mara Salvatrucha.
Los cuatro gobiernos de la conservadora Alianza Republicana Nacionalista (Arena) en El Salvador y la relación carnal con Estados Unidos solo han profundizado el problema. Pero desde la victoria de la ex guerrilla salvadoreña, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) a principios de este año, se reemplazó la represión desmedida por políticas preventivas que ataquen el problema de fondo.
Tras años de debates y leyes sobre responsabilidad penal juvenil, la lucha contra la desigualdad ha vuelto a ser una prioridad para el gobierno del país centroamericano. Este giro también se hizo notable durante el gobierno de Manuel Zelaya en Honduras previo al golpe de estado, cuando su presidente se reunió con las organizaciones pandilleras con el fin de buscar un acercamiento a los mareros para que abandonen su actividad delictiva, sin justificar su accionar, pero entendiendo que es producto de las escasas oportunidades laborales y educativas que deben afrontar.
Se trata de un fenómeno social que tiene como origen la exclusión y la extrema pobreza que viven diariamente estos jóvenes, que han crecido en una sociedad que engendró cada vez más violencia, siendo víctimas de quienes se suponía que estaban para defenderlos como las fuerzas militares o las autoridades policiales. Mientras los problemas de desigualdad y exclusión social continúen vigentes, la conformación de grupos delictivos juveniles seguirá acrecentándose.



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